“La soberbia es un pecado
capital en política. Acaso el más importante. Porque, como sabía San Agustín, “la soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado
parece grande pero no está sano”. Lo sabía San Agustín, pero lo desconocía por completo Susana Díaz, por eso su derrota humillante de las primarias del PSOE, en la que el detalle final de los miles de avales falsos
que obtuvo, de quienes confiaban en Pedro Sánchez y temían la ira de Susana Díaz, solo
es una metáfora precisa de la hinchazón que la hacía parecer grande, creerse
grande, sin que nada de ello fuera real ni sano.”
Párrafo de un artículo de
Javier Caraballo en el Confidencial digital.
Y es cierto, como la soberbia
hizo que Susana no felicitara públicamente a Pedro Sánchez la noche de las
elecciones, ni dijo su nombre, se refirió como el candidato electo, pareciese
que las palabras secretario general del PSOE precedido de Pedro Sánchez fuesen
el conjuro de su desaparición en política.
“Nadie esta tan vacío como
aquellos que están llenos de sí mismos” se podría decir de Susana y más
cuando una corte de aduladores le susurraban de su grandeza y un aparato de
partido le allanaba el camino.
Nunca una derrota ha sido
tan amarga y una victoria tan dulce. “El renacido” vuelve pero que no se equivoque
para ganar las elecciones necesita algo más que a los militantes, muchos más,
muchísimos más y si no cambia su discurso le votaran los militantes que le han
votado y unos cuantos más.
No se crean los susanistas
que si hubiese ganado la secretaría en las elecciones generales hará lo mismo ¿Qué
le puede ofrecer al resto del estado Susana? ¿Qué gestión puede vender al resto
de españoles para que obtenga un apoyo masivo? ¿ la gestión en Andalucía? ¿de la
salud? ¿del empleo? ¿de su industrialización? ¿ de su gestión en el sistema
educativo? ¿de las infraestructuras?
Ya ha tenido su propia
derrota y además infringida por los suyos.